Recuerdo que esa noche un pitido inaguantable me torturaba los oídos. Me pase buscándote toda noche entre caras desconocidas y tios que me hacían la revision de arriba a abajo, pero no te encontré. Lo peor de todo es que me siento rídicula cuando lo pienso.
Aunque te voy a estar eternamente agradecida, porque me hiciste darme cuenta de lo cabrón que eres y tambien de que yo no era ningún capricho. Y ahora yo te digo que pa caprichos hay millones de tiendas de chocolate, asi que la próxima vez, piénsatelo.